Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día.
Bitácora de aventuras, edición Un Reinado en Tiempos de Crisis:
En estos últimos dos años, contar tus historias sobre el huracán María en la sociedad puertorriqueña se ha convertido en una muestra de puertorriqueñidad, como una cicatriz o herida de guerra. El día antes de Irma, el huracán que nos azotó dos semanas antes de María, salí de Puerto Rico rumbo a un proyecto educativo que llevaba unos años planificando conocer. Cuando regresé a la isla, ya había electricidad en algunas zonas y hasta tiendas abiertas, así que en cierta manera dije, soy la pequeña reina afortunada de la isla, me salvé de todo… hasta que llegó el día de pasar el reinado… o quizás lo aseguré…
En una tarde no particularmente especial de finales de octubre del 2017, iba rumbo al trabajo, regresando de unas diligencias en Arecibo, pueblo en el que se encuentra la Hacienda La Princesa, y guiando a 65 millas por hora, en medio de uno de los puentes de Vega Baja en la autopista se me apagó la guagua, que para colmo era prestada en lo que reparaban a Filomena. Estaba a punto de oscurecer, y habiendo sido unas semanas después del huracán María, no había electricidad en casi ningún lugar y los celulares no tenían señal en muchas áreas. De casualidad / protección de La Vida, tuve tiempo de parar en el paseo, que en ese tramo en particular era suficientemente ancho para estacionar la guagua y quedar fuera de peligro. Habiendo pasado el susto inicial, intento prender la guagua y nada, analizo que aunque eso me salió bien, en apenas unos minutos iba a oscurecer, y, al no haber postes de electricidad funcionando, nadie me vería y me podían chocar o atropellar si caminaba de noche.
Casi sin pensarlo me bajé de la guagua y empecé a caminar. Mientras caminaba me di cuenta de que Augusto no estaba a mi lado. Me puse triste y a la vez sorprendida, ellos siempre están a nuestro lado, sobretodo en circunstancias difíciles, ¿cuán rápido pude haberme bajado de la guagua que no me fije que lo dejé? No le di mucha importancia a esto, al final, si regresaba a la guagua a buscarlo, ya oscurecería, y sería peligroso para ambos. Mientras caminaba miraba el celular cada 2 segundos a ver si conseguía señal, pero nada. En ese recorrido múltiples compañeros humanos me tocaban bocina y me animaban al pasarme por al lado. Es importante entender el contexto de este momento. Habiendo pasado el huracán recientemente, había muchas personas caminando por lugares en los que antes no se caminaba, había gente que iba a las autopistas a buscar señal, y casi todos los carros iban acompañados de una bandera de Puerto Rico, que nos hacía sentir a todos como si fuéramos uno. En esa época todo el mundo se apoyaba y animaba, pues por primera vez en mucho tiempo, todos estaban bajo las mismas circunstancias. Lo recuerdo como una etapa hermosa, en la que los récords de recordación subieron como nunca antes había visto. Me conozco muy bien ese tramo, y recordaba que había una salida pronto, y que había un restaurante cerca de la salida, así que decidí caminar hasta allá a ver si conseguía cómo llamar a una grúa que me ayudara a mover la guagua y regresar a la casa, que en ese momento no era mi casita, pues después de María viví casi un mes en donde juré toda mi vida nunca vivir: Carolina. En notas no relacionadas, me la pasé cabrón en ese lugar que tanto critiqué toda la vida, resumiéndolo como una esquina de la isla en la que solo abunda el tapón, a veces, mientras más mierda uno habla de algo, más equivocado está, y para completar mi bofetada mental, allí había llegado la electricidad, y en mi querido Viejo San Juan tardó unos meses más.
Unos cuantos minutos de caminata después, vi la salida, pero yo estaba al lado izquierdo del paseo, y la salida estaba 3 carriles hacia la derecha, estaba ya de noche, y venían muchos carros muy rápido. Me sentí en un videojuego de los que jugaba cuando niño, había que tantear más o menos cuánto tiempo le tomaba a cada carro llegar hasta donde mí, para saber cuándo debía cruzar, obviamente, contando con que mantuvieran su velocidad actual, en cada uno de los tres carriles a la misma vez, y manteniendo en mente que probablemente no me veían. Estuve observando un minuto o dos, y crucé corriendo, con la adrenalina de pensar que podía morir como algunos amigos sapos que tenía. Llego al otro lado y comienzo a bajar la salida, victoriosa, que bueno fue haber tomado una clase de física en la universidad y poder calcular el tiempo usando la velocidad máxima conocida, tengo estos instantes de placer a menudo, pensando que uno siempre estudia para algo, aunque no lo sepa en el momento.
Mientras bajaba por la salida, alguien me tocó bocina, y primero no miré, porque ya la verdad había saludado a mucha gente en la carretera y estaba un poco cansada por la caminata. Me tocaron de nuevo en un tono insistente, y escuche un ruido fuerte, me viré y, que pelada, había una grúa tocándome bocina. Me sonreí y le di gracias a la gran maestra “La Vida”, y cuando el conductor bajó la ventana y me dijo: "¡mira nena! ¿tu guagua es la gris verdad?, estallé en risa y le grité que sí con una de mis características paveras. A él se le pegó la pavera y me dijo: “yo iba en la otra dirección y la vi, me bajé en la próxima salida y viré, me bajé a mirar la guagua, revisé y chacho, botó todo el aceite nena, noté que el asiento estaba bien cerca del guía, te vi caminando, y supe que eras la conductora cuando te vi tan pequeñita”. Los dos continuamos la pavera, y el conductor me dijo: “vente, vamos a buscarla, yo te llevo”.
Me monté sin pensarlo dos veces, sintiéndome aliviada y agradecida. Cuando me fui a abrochar el cinturón, algo me brincó en los deditos y me asusté. Cuando miro bien, era Augusto, mi duende tremendito, que se alegró de verme y se me colgo rapidito del único dread que tengo, y que se llama Raulito. Ese es uno de sus lugares favoritos para estar, creo que porque me queda cerca de los oidos y me puede susurrar con más facilidad. Cuando llegamos a la casa, Augusto me contó que cuando nos bajamos de la guagua, antes de poder decirme nada, él vio la grúa desde el otro lado de la autopista y se fue a la prisa hasta ella, por eso no le dio tiempo de avisarme. Me sentí aliviada, no estaba tan loca después de todo, disque dejando a mi duende en la guagua abandonado. El conductor, al ser un Mayor de 5 Años, no puede ver a Augusto ni a ningún duende, así que no se asustó, imaginate tú, quizás hubiera chocado del susto. Augusto se montó en la grúa, y conoció a Chita, la pequeña duende que acompaña al conductor, y le contó la historia lo más rápido que pudo. El conductor y Chita, al contrario de Augusto y yo, no hablan directamente, porque el conductor no la ve. Pero hasta los más olvidadizos pueden escuchar los susurros de sus duendes, así que ella le pidió que mirara a la izquierda, y lo demás se dio por sí solo, casi por acto de magia.
Mientras íbamos de camino a la casa, pensaba: “creo que perdí mi reinado y falta de puertorriqueñidad post María, ahora tengo mi cicatriz de guerra, como los demás puertorriqueños. En eso Chita me interrumpió, a veces no hay que decir las cosas en voz alta para que los duendes nos escuchen, y me dijo: “no, sigues siendo la pequeña reina afortunada, mira cuán rápido todo se pudo resolver, definitivamente una bendición”. Mientras hablaba se sacó una carterita cosida a mano que colgaba de su delantal, tenía muchas carteritas, como si fueran muchos bolsillos, me imagino que guardaba muchos secretos y objetos con historias fantásticas. De una de las carteritas sacó un trajecito hermoso color azul marino, con diseños hechos con encajes rojos que tenían detalles de florecitas doradas, de los más hermosos que he visto, me lo dio y me dijo: “aquí tienes tu trajecito de reina, póntelo, y recuérdanos, al conductor y a mí, cada vez que te lo pongas, así volverás a ser la pequeña reina afortunada cada vez que lo tengas puesto; a mí me encanta coser, a él lo acompaño con mucha honra, pero como no me escucha ni me ve no he podido regalarle nada de lo que le he cosido, aceptalo, asi me siento que mis costuras llegan a otras partes y alegran a más personas”. Acepté el trajecito hermoso, y me lo he puesto quizás más veces de las que debería, tú sabes, estirando mi reinado lo más posible, y haciéndole honor a la hermosa Chita, que después me envió un par de piezas más, y que te las describo otro día que no va a ser hoy.
Así conviven los olvidadizos y los que recuerdan, asistidos por los duendes. En ocasiones, los duendes de los olvidadizos se frustran un poco, los ven pasar malos ratos de más, y se preguntan si no sería más fácil que recordaran y los pudieran ver para poder ayudarlos con La Gran Ciencia del Balance. Ese día, fue Augusto quien me exhortó a brincar de la guagua y comenzar a caminar, por eso todo se dio tan rápido, ya nos conocemos tanto, que ni cuenta me doy de que hablamos y actúo. Augusto sabía que si no le funcionaba la opción del conductor de la grúa, sería bueno tener un segundo plan para resolver, él cree mucho en el trabajo en equipo, todo es más fácil así. Pero Augusto tiene suerte, le dijo Chita, ella no siempre tiene tanto éxito como ese día, hablando con el conductor.
4 de julio de 2019
Dentro de dos semanas te cuento otra historia, mientras tanto, puedes conectar conmigo la próxima semana en Sanando con tu Duende, un espacio para la sanación cuántica. Un podcast en el que te cuento lo que me enseña mi duende Augusto a través de nuestras sesiones de sanación. Si me quieres ver antes, te espero el miércoles a las 12 PM hora de Puerto Rico, a través de nuestro canal de YouTube y en Instagram, en una sesión en vivo en la que podrás hacerle tus preguntas a Augusto, y de paso ir aprendiendo a conectar con tu duende. Sí, tienes un duende. Te recuerdo que junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias. En las notas del programa te dejo todos los enlaces, para que puedas reservar tu sesión, y visitarnos en nuestros otros espacios.
Nos veremos otro dia que no sea hoy. ¡A dormir!