Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día.
Bitácora de aventuras, edición La Fuerza en Bagan:
En una ocasión, me tocó ver uno de los atardeceres más mágicos que he tenido, tanto así que me ayudó a aceptar algunos sucesos de la vida, esa historia hermosa quizás te la cuente otro día, y quizás no te la cuente nunca, pero lo importante es que hoy vengo a contarte el lado editado de esa tarde y la próxima, que como siempre en la vida no fueron tan perfectas como parecerían según las fotos que guardé de recuerdo.
La hermosa ciudad de Bagan, sus templos, su magia, sus atardeceres rodeados de templos. Ha sido uno de los más lindos lugares que he visitado. Normalmente, mis cacerías de ruinas van de una en una o quizás de 10 en 10, si tengo mucho éxito. En este pueblo me pareció ver más templos que gente, y mira que en Asia lo más que hay es gente (o por lo menos esa es la impresión de una isleña). Todo era mágico, pasaba horas enteras de templo en templo, y muchas veces era la única persona en ellos. De hecho, hay tantos, que te recomiendan alquilar una motorita para poder visitarlos más fácilmente y a tu ritmo. Se puede caminar, pero entre el sol, la distancia y el clima, Augusto sugirió coger la motorita. Claro, que lo hizo porque sabe el miedo que le tengo, y quiso ayudarme a superarlo, como con todos mis miedos antes de ese. Debo aceptar que le tengo una proporción igual de amor y odio a su método, aunque ha sido muy eficiente. Acepto el reto, y busco la motorita, al principio casi ni me pude montar y quedar derecha. Cuando lo logré, todos los del sitio de alquiler tenían una pavera mala, pero me ayudaron. Augusto regañó a los duendes por reírse (después de empezar el chiste el mismo, se creyó que no lo vi mientras intentaba acomodar la motorita). La acomodé y salí, nunca la guié a más de 40 kmh, y alcanzar esa velocidad requirió la historia que vine a contarte.
Saltamos directamente al atardecer, que cosa linda sí, pero me toca guiar una motorita de regreso al hostal por una carretera en la que me consta que no hay una sola luz porque la revisé durante el día de camino a los templos. Haciéndole caso a Augusto, decido arrancar en el último tono de rosa, para que no me coja la noche en el templo / pirámide. Bajo las escaleras rápido, para aprovechar la multitud e irme con ella. Aprovecho para mirar la amalgama gigante de gente que hay, todos tan diferentes, y todos aquí para lo mismo. No hablo con ellos, pero le sonrío a sus duendes, que están felices de saludar a alguien y no ser ignorados.
Llego a la motora, me quito la camisa (la preparación es complicada, porque en los templos hay que estar mega vestida por respeto a la cultura, pero hace tanto calor que uno opta por hacer layers en vez de salir vestido), me termino de quitar la ropa, me voy a poner los zapatos y... me doy cuenta de que los dejé arriba y, obviamente, estaba en el tope sentada. Me pongo la camisa en camino a subir, los guardias están sacando a todo el mundo pero me dejan subir, por princesa linda como siempre pensé, pero en verdad cuando miré bien porque Augusto se había sentado en mis hombros a mirarlos fijamente y decirles mentalmente que me dejaran subir (this are not the droids you're looking for).
Llego al tope, agarro los zapatos, bajo lo más rápido posible, pero me detengo a mirar el último rayo de sol, al parecer, el atardecer ganó, y consiguió que lo viera a toda costa. Llego a la motora, me quito la camisa, me pongo los zapatos, prendo la motora, miro a mi alrededor, está de noche y completamente vacío. Miro a mi alrededor, me río, y pienso en la sorprendente habilidad de evacuación del lugar y de la gente, es como si todos corrieran, lo que me hace pensar que quizás debo correr yo también. Cuando veo a Augusto, se había sentado en el centro del guía, guía, o como se llame, entre medio del manubrio creo que es. Reconozco esa pose, y lo miro dudosa, le digo, Augusto, aquí no puedes ser GPS, no conocemos tanto el lugar. Me tiró su mirada de, "perdón, yo lo sé todo", y se viró y devolvió a su pose de GPS. No terminé de reaccionar y veo a la pequeña Natalita bajándose del lazo y sentándose con la misma cara "lo sé todo" al lado de Augusto, los dejé locos. Me monto en la motora, vamos por instinto guiados por Augusto, las calles daban tantas vueltas que verdaderamente no me ubiqué temprano, allá no tenía señal y no podía casi ver el mapa por la falta de iluminación. Seguimos directo por la calle, hasta que llegamos a un cruce a oscuras, el lado izquierdo se ve un poco brillante, el derecho como las películas de lobos. Augusto me dice que vire a la derecha, mi corazón no quiere, pero le hago caso al ver a la pequeña Natalita haciendo un baile para apuntar a la derecha. Recordé al papá de Belle en Beauty and the Beast, y dudé, pero me dije, puñeta, baila con estos dos, que están de lo más felices.
Voy a la derecha, reconozco el sitio donde almorcé esa tarde, pero no me ubico, me bajo (a regañadientes de Augusto), le pregunto al señor que me atendió temprano, y que está cerrando para salir, me señala en la dirección que iba, voy por buen camino, siento el alivio, aunque ligero, porque tengo que seguir por la calle de los lobos. Regreso a la motora para chuparme el "te lo dije" de Augusto, la pequeña Natalita me ignora y continúa bailando. A veces puede ser desesperante, te dan ganas de bailar y no pensar en nada como ella, pero no siempre se puede. Arrancamos, Augusto se coloca como un resorte de regreso a su posición de GPS.
En el camino se me cruzan varias motoras, varios carros, todos de uno en uno, y los distingo unos de otros contando las luces que vienen de frente. Me doy cuenta de que estoy repitiendo "be patient, be still", me río, es de una película que veía con mis hermanas cuando pequeñas, y en realidad no tiene nada que ver con lo que está pasando, pero bien, ellas llegaron a mi en un momento de necesidad. Vale destacar que las luces de mi motorita apenas alumbran. De repente veo un corillo de luces que me vienen arriba, no me detengo, solo disminuyo la velocidad, porque al final, ni sé dónde estoy parando, y Augusto seguía señalando como un capitán en medio de una tormenta. Cuando se acercó ese corillo, casi sin darme cuenta, cerré los ojos y empecé a repetir: "I am one with the force and the force is with me", y me atreví a abrir los ojitos, solo para casi perder el control de la motorita por la risa que me dio cuando miré a la pequeña Natalita, la tipa estaba controlando las motoras que venían en la dirección contraria utilizando "la fuerza", seguí repitiendo la frase hasta que se fueron las luces. Cuando se fueron las luces y me di cuenta de lo que estaba diciendo yo y la pequeña Natalita haciendo, pensé tanto en papi, y solo podía reírme como una loca de camino. Llegué muerta de la risa al hostal "the force is strong in this one", que orgulloso estaría, mi papá nos crió en "la fuerza". El cerebro es una cosa loca. Al punto de la historia, no, esta no es la aventura que venía a contarte...
8 de octubre de 2017
https://www.youtube.com/watch?v=M_MJrybDRKA
https://www.youtube.com/watch?v=SvhPKbQbPsE
https://www.youtube.com/watch?v=It69ZPgSOdA
Dentro de dos semanas te cuento otra historia, mientras tanto, puedes conectar conmigo la próxima semana en Sanando con tu Duende, un espacio para la sanación cuántica. Un podcast en el que te cuento lo que me enseña mi duende Augusto a través de nuestras sesiones de sanación. Si me quieres ver antes, te espero el miércoles a las 12 PM hora de Puerto Rico, a través de nuestro canal de YouTube y en Instagram, en una sesión en vivo en la que podrás hacerle tus preguntas a Augusto, y de paso ir aprendiendo a conectar con tu duende. Sí, tienes un duende. Te recuerdo que junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias. En las notas del programa te dejo todos los enlaces, para que puedas reservar tu sesión, y visitarnos en nuestros otros espacios.
Nos veremos otro dia que no sea hoy. ¡A dormir!