Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día.
Bitácora de aventuras, edición los años:
Cada noviembre entro en una conducta que me sale natural, y que desde hace años sé que debería dejar atrás. Recuerdo cómo todo comenzó, estaba en escuela intermedia y quería crecer rápido, al igual que todos mis compañeros, para poder vivir lo que veía que vivían los "más grandes" (en ese momento mis metas principales eran entrar a discotecas y pedir tragos en una barra). En noviembre de 2000, estando en noveno grado, cuando me preguntaban por mi edad respondía: "casi 15 años" (no sé, quizás pensaba que adelantándome dos meses me veía mayor o me ganaba a los más grandes). Desde entonces, y hasta este pasado noviembre, todos los años me adelanto unos dos meses a cada edad, así que este pasado enero cumplí 32 años (por aproximadamente dos meses). Me propongo no hacerlo este noviembre, y hacer de los 32 mi edad más duradera, por eso de devolverle los meses perdidos a la vida, vamos a ver.
Creo que esto de las edades me ha tocado, pero no de la manera que esperaba; por alguna razón, siento que los años han llegado a mi pero yo no he llegado a ellos. Al día de hoy, todavía siento que vivo una vida bastante de adolescente, quizás porque no he tenido hijos ni "responsabilidades mayores". También creo que es mi percepción por estar comparando mi vida con la de otras personas de 32 años que siento que "sí tienen" 32 años. Un ejemplo es la proyección de edad que tengo de mis padres, que a mi edad tenían 3 niñas y una hipoteca que pagar (insertar dibujito de una carita con ojitos muy grandes, abiertos y asustados).
Que manía tenemos de comparar todo, tan vasta y variada que es la vida, deberíamos a estas alturas saber que cada proceso en cada criatura es diferente, y que ninguno está bien ni esta mal. En estos últimos años, he hecho el ejercicio de pensar que la edad es relativa, y que uno se empieza a poner viejito después de los 85 años (si es que empieza a ponerse viejo), quizás por eso mi mejor amiga en estos momentos es una niña de 3 años, y su opinión me resulta de lo más importante, por eso le consulto todo, y mano, la tipa nunca falla. Además de esos nuevos lazos de amistad serios con un par de niños, me he encontrado desarrollando lazos con personas de la generación de mis padres y mis abuelos (quizás también por la curiosidad de ver cómo lo hicieron ellos, teniendo condiciones históricas parecidas a las de mis padres). El pasado año conocí a la linda Dalma, y mi primera impresión se puede resumir en una sola palabra: "bruja". Yo siempre he tenido guille de bruja (siendo los principales beneficios de la brujería lograr con una buena actitud que al final las cosas terminen siempre bien sin importar los tropiezos del medio), pero cuando la vi, y la escuché me dije a mi misma: "ay mija, estás en aprendizaje de brujería apenas, mira todo lo que se puede lograr"; que ser lleno de luz, que inspiración, que espejo en el que me quisiera mirar en unos años. Conocerla a ella fue para mi de las mejores cosas que me han pasado, no solo porque sus proyectos van por la misma línea de los que apenas empiezo a construir, si no porque es el ejemplo mas vívido que he tenido en mi vida de lo que es pasar por esta vida con estilo y dar su lugar a cada etapa, que bárbara. Lo más que me ha encantado de conocerla ha sido poder comprobar que la brujería es contagiosa; en mis visitas, he visto personas ir y venir del salón / finca, y cuando vuelvo la próxima vez, se ven diferentes, más felices, más curiosos, más descarados con las preguntas (sin miedo a equivocarse, egos afuera), más simples, más reales. La primera vez que compartí con ella me dijo esta frase (bueno, no a mi, habíamos varios, pero yo me sentía especial, y la guardé como si fuera para mi): "la calma, viene con los años". No sé si seran los mismos años de los que ella hablaba ese día, pero desde hace un tiempo se me ha quitado la urgencia de buscar adrenalina en los lugares de costumbre, y he mirado al interior más que otra cosa, pasando días enteros de serias conversaciones con la pequeña Natalita (bueno, ya no tan pequeña). Sorprendentemente (y digo sorprendentemente porque hoy hay buena música y he preferido estar aquí y no hubiese esperado esta conducta en mi), me he sentido satisfecha con estas conversaciones a solas, quizás por eso he estado disfrutando tanto de "la casita", y pocas cosas me causan molestia (que de por sí siempre ha sido tarea difícil, pero últimamente raya en lo imposible); tal vez esta es la calma de la que ella hablaba ese día, si es esa calma, que vengan más años, muchos más, estamos "ready".
7 de febrero de 2018
Dentro de dos semanas te cuento otra historia, mientras tanto, puedes conectar conmigo la próxima semana en Sanando con tu Duende, un espacio para la sanación cuántica. Un podcast en el que te cuento lo que me enseña mi duende Augusto a través de nuestras sesiones de sanación. Si me quieres ver antes, te espero el miércoles a las 12 PM hora de Puerto Rico, a través de nuestro canal de YouTube y en Instagram, en una sesión en vivo en la que podrás hacerle tus preguntas a Augusto, y de paso ir aprendiendo a conectar con tu duende. Sí, tienes un duende. Te recuerdo que junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias. En las notas del programa te dejo todos los enlaces, para que puedas reservar tu sesión, y visitarnos en nuestros otros espacios.
Nos veremos otro dia que no sea hoy. ¡A dormir!