Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día.
Bitácora de Aventuras, edición Un Tesoro Guardado a Simple Vista:
Un día cualquiera de enero, los niños de la tribu de JAN llegaron al Balconcito de la Felicidad a buscar a la pequeña Natalita y a Augusto para invitarlos a un parque que les gustaba mucho. Augusto estaba atendiendo las plantitas de ajo, nunca lo habían sembrado antes, y quería encargarse personalmente de que estuvieran bien atendidos. La pequeña Natalita estaba casi llorando sentada al lado del tronco de una plantita de uvas, hacía unas semanas esa plantita había dado señales de que pronto moriría, pero después de un par de conciertos, y unas buenas conversaciones del futuro que le aguardaba, una mañana aparecieron cogollos nuevos, diminutas hojas en formación, y dio señales de vida una vez más. En esta ocasión, todas las hojas nuevas se estaban secando otra vez, y la pequeña Natalita presentía que en esta ocasión, sí era el último adiós, aunque no podía saberlo hasta que La Vida se lo permitiera. Se volteó para saludar a los niños y recibir su invitación, secándose las lágrimas y sonriendo, como acostumbra a hacer cuando está triste, ella siempre dice que la felicidad empieza por una sonrisa, aunque unas veces dé más trabajo que otras. En ocasiones anteriores habían visitado este parque, pero en tiempos recientes, el camino estaba un poco maltrecho con los temblores, y era más difícil llegar. La pequeña Natalita decidió invitar al gigante, pues con sus largos pasos todo parecería más cerca y podrían llegar más rápido, el gigante aceptó feliz, como con cada invitación, además de que ya tenían una misión para ese día, y les quedaba de camino. Pensaría uno quizás que los gigantes son seres insensibles y enfocados en cosas de mayores de 5 años, pero este gigante ha resultado ser el más sensible y juguetón del grupo, ayudándonos a confirmar, una vez más, que no necesariamente las cosas son siempre lo que parecen.
Unos días antes, la pequeña Natalita y Augusto se tropezaron con un tesoro en un salón lleno de Mayores de 5 años, no entendieron muy bien por qué estaba ahí, pero el tesoro tenía un papel que indicaba el nombre de su dueño. Decidieron guardarlo, reconociendo el nombre que leyeron y cómo encontrarlo, para encargarse personalmente de devolverlo, sin que nadie se diera cuenta, y trataran de detenerlos para quedarse con él. Ese día que llegaron los niños de la tribu de JAN, la pequeña Natalita y Augusto habían pedido la ayuda del gigante para ir a entregar el tesoro. Al final, muchas personas podrían haberse interpuesto en su camino, y no podían permitirlo, el dinero es cosa loca, saca lo peor de hasta la mejor persona.
Terminaron de atender el huerto, se despidieron de la plantita de uva sin la certeza de si sería la última vez o no, empacaron una merienda y agua y bajaron a toda prisa, preocupados de que alguien notara que escondían un tesoro. Quizás se preocupaban de más, quién se enfrentaría a un gigante por un tesoro módico, quizás si fuera un gran tesoro, y además la mitad de la gente ni los veía; pero bien, un niño puede ver hasta lo que aún no está presente, por eso mejor hacerles caso y precaver. Acordar el punto de encuentro con el dueño del tesoro fue algo complicado, por lo que Augusto sugirió guardarlo en un lugar en el que estaría básicamente a la vista. Cuando sugirió eso, el gigante lo miró sorprendido y en parte nervioso, ¿qué estaba pensando, tanto protegerlo para nada? Al notar su duda, Augusto le dijo: "es el mejor lugar posible, aquí el 99% de las personas que pasan son Mayores de 5 años con récords fatales de olvidadizos, están tan ocupados con lo que consideran importante, que en realidad no lo es, que jamás pueden ver lo que la vida les regala a diario, ni aunque se los pongas en la cara".
Llegaron, nadie en la puerta, pasaron el umbral, Augusto entró con la pequeña Natalita y el niño. La niña y el gigante esperaban en la entrada por la señal de Augusto, en caso de que algo saliera mal. Llegaron al escondite designado, nadie los vio, guardaron el tesoro en una tablilla frente a todos, mejor no digamos guardaron, y digamos colocaron, para explicarte mejor la escena. Van saliendo victoriosos, cuando notan un mayor de 5 años mirando fijamente al lugar donde colocaron el tesoro, la pequeña Natalita se preocupó y le dijo a Augusto, pero él les aseguró que todo estaba bien, sin parar de caminar hacia la puerta, cuando de repente se dan cuenta de que falta el niño. No se dieron cuenta al momento, pero justo estaban escondiendo el tesoro, cuando salió una de las canciones favoritas del niño, y empezó a bailar como un loco feliz. Esos movimientos fueron lo que llamaron la atención del olvidadizo, no es que lo viera exactamente, estaba en su forma de Menor de 5 años de tribu, era más bien que el olvidadizo podía percibir un movimiento, un cambio en la luz, creyó se estaba volviendo loco y cerraba y abría los ojos tratando de ver si estaba imaginándose cosas. Antes de que la pequeña Natalita pudiera reaccionar, Augusto corrió hasta el duende del olvidadizo y tienen una acalorada discusión: "que no me escucha te digo, que he tratado mil veces", decía el duende, pero tal fue la insistencia de Augusto, que lo intentó, una vez más. Mientras se daban los susurros, Augusto se puso a bailar como un loco también, repitiendo exactamente los pasos del niño, que eran algo así como un "twist" pero ni tan parecido tampoco. Le dice al duende que lo siga en los pasos, para ver si podían mover la atención del Olvidadizo lejos del tesoro. Eran 3 los bailarines, cuando de repente de todas las mesas se levantan los duendes de los demás olvidadizos y comienzan a bailar sincronizados, se saludaban y agradecían, y brincaban de una mesa a otra repitiendo los pasitos. El olvidadizo ya no se pudo concentrar en el tesoro y, a decir verdad, pensó que enloquecia viendo figuras casi transparentes moverse por encima de todas las mesas del lugar, y salió corriendo. A mitad de espectáculo, pero una vez terminada la canción favorita del niño, Augusto corrió hasta donde el niño, que pareció despertar de un trance de bailarín, y de un jalón llegaron los dos a la puerta, desde donde la pequeña Natalita los esperaba bailando, todavía sin poder quitar su cara de asombro y fascinación por el baile coordinado sin planificación. Desde sus mesas los duendes sonreían felices, por un día, aunque fuera un instante, un Mayor de 5 Años los sentía, aunque no los podían ver del todo, y aunque no sabían si volvería a suceder.
26 de enero de 2020
Dentro de dos semanas te cuento otra historia, mientras tanto, puedes conectar conmigo la próxima semana en Sanando con tu Duende, un espacio para la sanación cuántica. Un podcast en el que te cuento lo que me enseña mi duende Augusto a través de nuestras sesiones de sanación. Si me quieres ver antes, te espero el miércoles a las 12 PM hora de Puerto Rico, a través de nuestro canal de YouTube y en Instagram, en una sesión en vivo en la que podrás hacerle tus preguntas a Augusto, y de paso ir aprendiendo a conectar con tu duende. Sí, tienes un duende. Te recuerdo que junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias. En las notas del programa te dejo todos los enlaces, para que puedas reservar tu sesión, y visitarnos en nuestros otros espacios.
Nos veremos otro dia que no sea hoy. ¡A dormir!