Todos los días nos enfrentamos a una lucha entre la carne y el Espíritu, entre agradar a Dios y agradar los deseos de la carne. Hoy aprenderemos que cuando obedecemos los deseos de la carne esto nos trae sufrimiento y aflicción porque el Espíritu nos da convicción que obramos mal, pero no debemos rendirnos. Al contrario, sigamos conquistando esas áreas porque Dios ya nos ha dado la victoria.
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