Chiara Páez jugaba al hockey, ayudaba en hogares para jubilados y discapacitados y tenía 14 años. Vivía en Rufino, un pueblo de 18.000 habitantes en la provincia de Santa Fe (Argentina), cuando su novio, Manuel Mansilla, de 16 años, la mató y la enterró en el patio de su casa. Ese día su familia hizo un asado y lo sirvió, como de costumbre, en ese patio.